Un informe recoge las infancias arrebatadas por el alejamiento

Un equipo de expertos ha elaborado para SARE un informe donde recoge las consecuencias del alejamiento en los menores cuyos padres o madres están prisión. Han de elegir entre hacer la visita o disfrutar de otras actividades propias de su edad; así, constata que se les arrebatan «partes importantes de su infancia». Actualmente, son 113 menores

NAIZ.EUS – (OHIANE LARRETXEA, DONOSTIA).- Las niñas y niños que tienen a su madre, a su padre o a ambos en la cárcel han perdido «una parte importante de su infancia» y se han hecho adultos prematuros para poder hacer frente a un entorno hostil. Así se desprende del informe que un grupo de sicólogos y pedagogos ha realizado para SARE a partir de testimonios, cuestionarios y las conclusiones que de las respuestas han extraído los profesionales. ‘Motxiladun umeak, la consecuencia invisible de esta política penitenciaria’ ha sido elaborado por Araitz Zubimendi, profesora y coordinadora del estudio; Iñaki Barrutia, sicólogo clínico; Jone Urionaguenaga, sicóloga y Oihana Mujika, pedagoga. El objetivo ha sido analizar cómo y en qué medida afectan en la vida de estos menores (a día de hoy 113) así como en su desarrollo las consecuencias de una política carcelaria de excepción. Según señalaron, son muchos los menores que han crecido con el vacío -físico y diario- de algunos de sus progenitores, incluso con la falta de ambos. Algunos son ya adultos, o han dejado atrás la adolescencia; en cualquier caso, «nos han robado la infancia» o «nos quieren dejar huérfanos» son algunos de los testimonios más repetidos. «Ellos y ellas han perdido partes importantes de su infancia y no quieren que niños y niñas pasen actualmente por ese trance», consta en el informe. Miedo, rabia, ansiedad… En palabras de Barrutia, quien desgranó algunas de las claves del estudio ayer en Donostia, la «ansiedad anticipatoria» es un cuadro muy habitual. Pocos días antes de la visita aparecen los problemas de sueño, inquietud, agitación y un humor más variable, entre otros. Los menores que se enfrentan a la carretera y al largo viaje para poder realizar la visita, además, «se impregnan del estrés» de los adultos. No obstante, cabe destacar que el sufrimiento no acaba con la visita al familiar, pues una vez concluida y de regreso al hogar han de asimilar la separación del padre o de la madre. También viven el regreso con un «cansancio general», preparándose para retornar a la vida cotidiana. Olatz Iglesias da fe de ello. Actualmente tiene 22 años y desde los nueve meses ha vivido en carne propia los largos viajes y la ausencia física de la madre y del padre. «Nunca he realizado un viaje de menos de 1.000 kilómetros para poder verlos», declaró ayer. Lejos de poder verlos en la misma prisión, Iglesias relató que los ha tenido al mismo tiempo en diferentes estados, en el español y el francés. Subrayó que la visita no acaba con el beso o con el abrazo; termina para los familiares al llegar a casa «sanos y salvos». «Para la persona presa termina al día siguiente, cuando llama y constata que todos estamos bien», agregó. De los 113 menores que hoy día viajan hasta las diferentes prisiones para reencontrarse durante unas horas con sus progenitores, el 45% recorre entre 400 y 790 kilómetros, el 39% entre 800 y 1.100 kilómetros. El resto menos de 400 kilómetros. Dadas las enormes distancias, tienen que elegir entre hacer la visita o participar en las actividades que el resto de sus amistades y compañeros de clase realizan los fines de semana: actividades al aire libre, acudir a fiestas o celebraciones o jugar en el parque simplemente. Siguiendo con el plano afectivo, el nuevo informe también habla del «miedo» que sienten a la pérdida de sus progenitores y de la «rabia». «Esta se convierte en ira cuando van descubriendo que existen cárceles más próximas a sus hogares», sostienen los expertos. Barrutia, para terminar, quiso aportar un punto positivo, el de la «capacidad de resiliencia» que desarrollan estos menores, necesaria para afrontar «las crisis personales que todo ser humano deberá afrontar en el transcurso de la vida».

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