TRIBUNA
Hay que asumir que todos estos asesinatos terribles –Sandra Palo, Marta del Castillo, Diana Quer...– han sido crímenes machistas. La revolución feminista consiste, entre otras cosas, en nombrar, politizar, conceptualizar también la violencia extrema
Tribuna. Beatriz Gimeno. El aprovechamiento por parte de la derecha de los peores crímenes para tratar de imponer un sistema securitario que pueda ser usado con facilidad para controlar y castigar a toda la población es conocido; que las reformas de corte neoliberal van siempre acompañadas de aumentos en las penas también. Así como que es evidente que esto cala en la mayoría de la población y que es muy difícil combatirlo. Quienes defendemos un modelo de justicia basado en cambios estructurales y no en un marketing que atenta contra los derechos humanos sabemos de sobra lo que significa en términos emocionales oponerse a lo que exigen personas cuyas hijas han sido asesinadas. Sabemos lo que significa tratar de ofrecer argumentos racionales a quienes aportan emociones con las que la inmensa mayoría empatiza. De nada sirve poner sobre la mesa estadísticas que demuestran, sin sombra de duda, que el aumento de penas (en España ya se pueden cumplir 40 años) no hace descender en absoluto el número de los peores delitos, por lo que el endurecimiento de castigos no protege ni más ni menos. Sin embargo, estos cambios impuestos en caliente y a golpe de emociones siempre terminan desprotegiendo a los segmentos más vulnerables de la población (las cárceles están pobladas de gente pobre), favoreciendo la impunidad del poder y recortando libertades básicas y derechos. Que dicha mentalidad punitiva, cuando se expande de manera acrítica, siempre contribuye a crear un clima de temor sin fundamento en el que nos vamos anestesiando ante la vulneración por parte del estado de los derechos humanos, ante el que vamos normalizando la terrible idea de que cualquier medio punitivo que emplee el Estado es aceptable con tal de conjurar determinados peligros que nunca son como nos cuentan. Tampoco sirve de nada mostrar estadísticas indubitadas que demuestran que las cifras de reinserción son, en realidad, muy altas; los que no reinciden no salen en los telediarios, pero sí los pocos que lo hacen. De lo que se trata en realidad, y se consigue, es de que asumamos como reales peligros que no lo son tanto, mientras que se invisibilizan peligros mucho más reales, pero que no se quieren combatir. El debate sobre el aumento de penas sirve, entre otras muchas cosas, para ocultar la realidad, y no para mostrarla. (Texto completo en pdf adjunto)
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