No hay huelgas en la guerra

Artículo de opinión

ARAINFO.ORG (C.A.M.P.A.).- Este sábado 17 de noviembre de 2018, lxs funcionarixs de prisiones han convocado una huelga que durará por lo menos cuatro días. Las personas presas en la macrocárcel de Zuera no han podido bajar a desayunar. Han estado encerradxs en sus celdas durante horas, sin posibilidad de acudir a comunicar en los locutorios con sus familiares y allegadxs. Gran parte de ellxs vienen desde muy lejos (costeándose el viaje y organizándolo, quizá, desde hace semanas), para apenas 40 minutos de visita. Otrxs, esperando ver a su hijo que acaba de entrar en prisión por primera vez hace solo unos días y que estará, seguramente, en estado de shock. Ninguno de ellxs ha podido entrar a comunicar, no han podido entrar paquetes, no han podido entrar dinero. Nada. Tampoco se ha permitido la entrada de abogadxs para realizar las visitas acordadas (y, en ocasiones, vitales para las personas presas). ¿Qué pasa si una persona presa tiene un juicio el lunes? ¿Y si la familia no puede volver a costearse un viaje hasta dentro de dos meses? Las personas presas viven en un vacío de derechos y de cuidados y, en estos momentos, se les está negando uno de ellos y, quizá, de los más importantes: la comunicación con el exterior y el contacto con sus redes de apoyo. ¿Parece exagerado pensar que la visita de un familiar puede suponer la diferencia entre aguantar o suicidarse? Pues no lo es. Esa es la realidad cuando uno de los pilares que sostienen la propia vida y la propia humanidad (el contacto, la comunicación) allí dentro, se te niega. ¿Dónde están los servicios mínimos para algo tan fundamental como los derechos de las personas presas? Esta situación se ha dado sin informar a nadie de la cancelación de las comunicaciones (ni a las visitas, ni a los medios) obviando, así, la lógica humana de intentar provocar el menor perjuicio posible precisamente a personas que, cada día que pasan allí, están un poco más muertas. Si esto se ha hecho así, es porque para ellxs, y para el Estado, las personas presas no son personas. Más de cien coches han estado aparcados frente a los muros de la cárcel de Zuera tras largas retenciones para el acceso. Las personas que iban a comunicar, se han encontrado con una larga fila de coches en la carretera, custodiados por la Guardia Civil (no teniendo su presencia más sentido que el de infundir miedo y abusar de su poder). Las puertas de entrada a la cárcel han permanecido durante horas cerradas a cal y canto. Hasta el punto de haberle negado la entrada a una señora de 80 años que solicitaba, atemorizada por la situación, ir al lavabo. Un grupo de familiares ha requerido al piquete de funcionarixs, apelando a la cordura que, por favor, abrieran las puertas para permitirle utilizar el baño. Ni siquiera con algo así han sido capaces de mostrar un mínimo de humanidad y de sentido común. La señora, entre lloros, ha tenido que hacer sus necesidades como ha podido cerca de un arbusto mientras otros familiares le tapaban para que, al menos, no tuviera que sufrir más humillación desnudándose y orinando a la vista de visitantes, funcionarixs y cuerpos de seguridad allí presentes. Todo esto ha sucedido en el contexto de una huelga de funcionarixs de prisiones y ante la presencia de la Guardia Civil. Es alarmante pensar en lo que pueden hacer cuando nadie lxs ve allí dentro -en la ‘intimidad’ de la prisión- si son capaces de comportarse así públicamente y ante la imperturbabilidad del ‘Cuerpo de Seguridad Pública’. Desde nuestro máximo respeto al derecho a huelga, creemos que es absolutamente intolerable que las personas presas, sus familias y amigxs estén sufriendo este maltrato institucional. Ellxs son lxs perjudicadxs por un sistema que los utiliza como chivo expiatorio para ocultar su mala praxis y su propia inutilidad (y cuyo precio a pagar son sus propias vidas). ¿Cómo se puede estar apelando y reivindicando derechos laborales mientras, para ello, se están pisando los derechos de miles de personas a las que ya se les ha quitado todo? Esto no hace sino poner de manifiesto, una vez más, la crueldad y la perversión intrínsecas al sistema penitenciario. Con la diferencia de que esta vez se ha podido constatar de manera pública y explícita. Fuera del silencio y el ocultamiento que configuran, como norma, la idiosincrasia carcelaria. Nada puede resumir mejor lo ocurrido este sábado (y, en general, lo que supone el sistema penitenciario en sí) que las palabras de una funcionaria cuando, tras las quejas y la petición de explicaciones por parte de las personas que iban a comunicar, ha desvelado la única verdad de la cárcel: ‘en una guerra siempre tiene que haber heridos’. Pues bien, señora, sepa usted que, en esta guerra, nosotras no estamos dispuestas a seguir soportando que lxs muertxs lxs ponga siempre el mismo bando.

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