La funcionaria que abrió el telón de las mujeres presas

Elena Cánovas lleva más de 30 años subiendo la cárcel al escenario. La directora de Teatro Yeses transforma reclusas en actrices, ilumina con arte el camino de la reeducación social y consigue atrapar la mirada de la sociedad. Es la exfuncionaria de prisiones que, incansable, demuestra el poder transformador del teatro al servicio de la reinserción.

EL PAÍS (CLARA PAOLINI).- Esta función, tan real y prodigiosa como la vida misma, comienza en la antigua cárcel de Yeserías y continúa en sus ensayos en el Centro Penitenciario Madrid I Mujeres de Alcalá Meco. Es la historia de una funcionaria que consigue que mujeres encarceladas vuelvan a mirar a la vida de frente provocando múltiples metamorfosis. La protagonista logra que las reclusas viajen en avión para interpretar sus creaciones en el extranjero, que cosechen un sinfín de premios y ovaciones e incluso que lleguen a desayunar junto a Gorbachov y el Dalai Lama en el contexto del Fórum de las Culturas. La obra se titula Yeses y gracias al reparto, encabezado por Elena Cánovas, es pura realidad. Ella no es actriz, sino la directora de la compañía de teatro que saca la prisión a escena para que las internas pisen con firmeza todas las tablas que les presente el destino y que el resto, como espectadores, recordemos que el talego es parte de la sociedad. En el primer acto de su biografía, Elena Cánovas recibió un uniforme, un manojo de llaves y un módulo a custodiar. Su cometido: recuentos y cacheos, la obligación de imponer la autoridad. Se había convertido en guardiana de ese hábitat artificial donde el sonido de los cerrojos y la omnipresente megafonía impone el ritmo de la vida en cautiverio. A los 23 años, recién divorciada, con dos niñas a su cargo y un título de asistente social bajo el brazo, acababa de obtener una plaza como funcionaria de prisiones. Huía de los trabajos de oficina que consideraba asfixiantes pero, al entrar en la cárcel de mujeres de Yeserías, no encontró el oxígeno que esperaba respirar. La Ley General Penitenciaria de 1979, que Elena señala como ‘una de las más progresistas del mundo’, acababa de estrenarse. Llegó a la cárcel pensando en ‘cumplir el mandato constitucional que en el artículo 25 dice que, en las penas privativas de libertad, el fin primordial es la reinserción social’. Ahora, achaca a su anterior ingenuidad aquella visión idealista que había construido para su profesión. En realidad, ‘todo era muy desolador y muy poco proclive para la reinserción’. Se encontró a sí misma en un ambiente inhóspito donde ‘la seguridad empañaba todo’. La encarnación de un personaje poliédrico La rigidez que encontró en la cárcel no iba con aquella joven inconformista que deseaba contagiar a las reclusas su entusiasmo por la vida: ‘Tenía que establecer una distancia con la interna que me dolía profundamente porque yo quería también realizarme en mi trabajo. Entonces me di cuenta de que me había equivocado’. En busca de un giro argumental en la trama, rescató la pasión por el teatro que le había inculcado su profesora de literatura. Aquella docente y actriz frustrada de la niñez había puesto en ella la semilla que, contra todo pronóstico, estaba a punto de florecer en un tiesto de hormigón y concertinas. Nuestra protagonista superó las pruebas para entrar en la Real Escuela Superior de Arte Dramático (Resad) y nuevas raíces brotaron para su personaje. ‘A partir de ahí, cambió mi vida’, afirma Elena. Lo que no sabía es que el teatro sería también el balón de oxígeno con el que insuflar vida en la biografía de más de 700 mujeres condenadas durante su paso por prisión. En este segundo acto, Yeses estaba a punto de entrar en escena. (DOCUMENTO COMPLETO EN PDF ADJUNTO)

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