CÁRCELES
Los dos reclusos, que se presentaron voluntarios para cumplir sus condenas, llevan dos meses en la enfermería de la prisión de Zuera (Zaragoza) ayudados por internos de apoyo en su día a día mientras Instituciones Penitenciarias los clasifica y les busca un centro adaptado.
PUBLICO.ES (EDUARDO BAYONA).- La atención a la discapacidad y la adaptación para integrarla siguen sin llegar a las prisiones españolas; o, cuando menos, no a todas ellas, tal y como está poniendo de manifiesto en encarcelamiento en Zuera (Zaragoza) de una pareja de estafadores ciegos: ambos, un hombre y mujer de origen vallisoletano y vinculados por una relación, llevan algo más de dos meses asignados a la enfermería del penal, donde son ayudados por presos de apoyo en su día a día, mientras el equipo de Tratamiento del presidio los clasifica (previsiblemente en segundo o tercer grado) y los asigna a un módulo o, con el apoyo de Instituciones Penitenciarias, los traslada a uno de los escasos penales con espacios adaptados. La pareja, originaria de Valladolid, ingresó en la cárcel de Zuera de manera voluntaria el pasado 4 de junio para cumplir las condenas por estafa que les habían impuesto sendos juzgados de Málaga y de Ponferrada. A ella, V. A., quince meses de prisión y 460 euros de responsabilidad civil; a él, J.N., dos años y tres meses. En ambos casos, por hacer simpas en establecimientos de hostelería, explicaron fuentes jurídicas. La mujer, presa primaria, padece, además de la ceguera, un trastorno bipolar, alteraciones del equilibrio, problemas de desplazamiento y fobia tanto a los transportes como a los recintos cerrados, según informaron fuentes de Campa, el Colectivo de Apoyo a Mujeres Presas en Aragón. El hombre, que ya había estado antes entre rejas, sufre hipoestesia (pérdida de sensibilidad) en el brazo izquierdo como consecuencia de un ictus, según la misma fuente. A esos cuadros personales se les añaden algunas complicaciones propias del medio penitenciario, como la imposibilidad de ayudarse de bastones, considerados como armas blancas, para caminar o la carencia de espacios adaptados y de material para actividades de formación y/o de esparcimiento. A la espera de clasificación Fuentes de Instituciones Penitenciarias señalaron que está próximo a concluir el periodo de 60 días del que disponen los centros para clasificar a los reclusos, que empieza a contar tras los cinco de ingreso, en los que, tras ser examinados por los servicios médicos y por el personal de Tratamiento, como los trabajadores sociales y los psicólogos, normalmente son asignados a un módulo. En este caso, la dirección de la cárcel, que carece de espacios adaptados, optó por dejarlos en la enfermería al considerar que es la zona del centro penitenciario en la que, pese a requerir la ayuda de presos de apoyo para desplazarse, mejor podrían desenvolverse. ‘Estar ahí es casi como estar en aislamiento, porque apenas tienen contacto con otros presos’, señalan fuentes de Campa, que critican la falta de espacios adaptados en la cárcel de Zuera y la imposibilidad de acceder a material como libros en braille. ‘Deberían estar en otro tipo de centro’, añaden. Para la asociación, la situación de la pareja visibiliza ‘cómo la cárcel y el sistema penal una vez más demuestran el lado más perverso y menos humano, permitiendo el encierro de personas como’ V. A. y J. N., que tienen la intención de ‘solicitar la clasificación en tercer grado para poder cumplir la condena en régimen de semilibertad que les permita vivir dignamente’. Texto completo en PDF adjunto
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