El encarcelamiento de los líderes políticos catalanes, y de rebote sus condiciones de vida dentro de la prisión, ha llevado a la sociedad a un estado de indignación colectiva que parece haber olvidado que la cárcel hace siglos que afecta a miles de personas en nuestra casa.
CATALUNYAPLURAL.CAT (ARNAU ESTEBAN).- ARTICULO DE OPINION. A la fuerza, la sociedad catalana ha aprendido estos últimos -y oscuros- meses toda una serie de cuestiones penales y penitenciarias que hasta entonces sólo las personas del gremio judicial conocían. Gracias, esta vez sí, a tantos medios de comunicación que han llevado a sus tertulias a abogados, catedráticos de Derecho, etc. hemos ido haciéndonos nuestro un mundo que para muchos era totalmente desconocido y que, además, mucha gente siempre ha pensado que todo lo de la cárcel y de los juzgados era algo de los demás. Esta formación colectiva se debe celebrar, a vez que lo es el proceso – también colectivo – de sensibilización hacia el mundo del que hablaba: el de la prisión. Seguramente cientos de miles de personas se han indignado, o al menos han encontrado que era injusto, que unas familias tuvieran que ir a ver a sus familiares a cientos de kilómetros, que a estas familias se las registrara, que se amonestase a alguien simplemente para aprovechar una llamada personal desde la cárcel para hacer una entrevista, que un preso pueda estarse 18 horas o más cerrado en la celda a lo largo del día y un largo etcétera donde coincidiríamos en que la prisión está robando una serie de derechos que van más allá de la simple privación de libertad . Desgraciadamente, esta sensibilización colectiva de la que hablaba ha venido por una cuestión muy concreta: el encarcelamiento de nuestros políticos. Convirtiéndolos así en presos políticos, por mucho que alguien pueda negarlo. Nos debería hacer reflexionar, sin embargo, como es que la cárcel y sus variables, las que hace décadas que existen y que en Cataluña han afectado durante los últimos años borde 9.000 personas, sólo han comenzado a importar ahora. ¿Por qué la gente no se ha preocupado antes de lo que pasa en las cárceles? Seguramente, y ahora no será gracias a los medios de comunicación han creado en el imaginario social una sensación de inseguridad global que hay que combatir y los políticos han ayudado aprobando normativas, muchas veces aprobadas en caliente, para dar respuesta a una sociedad con sed de venganza ante casos concretos y horribles o ante amenazas terroristas dentro del mismo país hasta hace poco o a nivel internacional desde el 11S. Por todo ello parece que dentro de las cárceles estén los seres más indeseables y peligrosos y que una vez cerrados no deberían poder volver a salir nunca más. La realidad, dentro de los muros, es bastante distante. No voy a hacer ahora un análisis sociopolítico de las personas encarceladas, pero dando cuatro datos os podréis hacer una idea de quién hay allí dentro ( Datos del año 2017, publicadas por el Departamento de Justicia ): De las 8.367 personas encarceladas 41% lo son por delitos contra el patrimonio y el orden socioeconómico (hurtos, robos …), el 29’5% por delitos violentos (lesiones, homicidios …), el 17’5% por delitos contra la salud pública (tráfico de drogas) y el 12% restante por otros delitos. De las 8.367 personas encarceladas sólo 573 son mujeres (6’8%). El 56’7% de las personas presas tienen nacionalidad española, el 7% son extranjeros de países de la UE y el 36,3% son extranjeros no comunitarios. Y ahora que ya tenemos los presos aquí y que todo el mundo sabe que Catalunya es la única Comunidad Autónoma con competencia, sería un buen momento para aprovechar el interés colectivo en el mundo de las cárceles y empezar a revisar tantas cosas que hasta ahora habían interesado a muy pocos. Porque con nuestras propias leyes en la mano los presos políticos sólo tendrán, y en el mejor de los casos y si se llevan bien (la cárcel es conductismo puro y duro), 40 minutos semanales de llamadas con sus familiares y amigos; comerán y cenarán el mismo cada 15 días; si necesitan comprar algo en el economato de la prisión tendrán que pagar un precio superior que el mismo producto valdría a un supermercado de la calle; si alguno de ellos llevara a cabo una conducta contraria al orden establecido dentro podría acabar castigado, pudiendo llegar hasta el extremo de estar un mínimo de 3 meses seguidos en una celda de aislamiento, encerrado 18 horas al día (hasta hace poco eran 21, ver: https://www.media.cat/aillament/); si llegaran a ser condenados y no reconocieran el delito no podrían salir nunca de permiso y cumplirían la condena entera… y si todo esto no nos gusta demasiado, tampoco nos debería gustar cuando afecta a los presos que no consideramos políticos. Aunque si pensamos quizás muchos también serían tomados desde otras perspectivas, pero eso ya sería cuestión de otro artículo. Porque, y para terminar homenajeando a Nelson Mandela, una nación no debe juzgarse por cómo trata a sus ciudadanos mejor posicionados, sino por cómo trata a los que tienen poco o nada. Y si muchos estaremos de acuerdo que el encarcelamiento y la judicialización del conflicto catalán nunca será la solución, ¿por qué deberíamos pensar que la cárcel será la solución a la violencia, los robos o al tráfico de drogas?