La población reclusa de las cárceles de Euskadi es «muy demandante» de servicios sanitarios, al protagonizar más de 58.028 consultas al año
El Correo. MARÍA JOSÉ CARRERO Además de prisiones, las cárceles son centros de salud. Esta afirmación puede parecer un tanto rara, pero es del todo real. Desde que Euskadi asumió la Sanidad Penitenciaria en 2011, cada uno de los tres penales que hay en el País Vasco funciona como un ambulatorio más dependiente de una organización (antes se decía comarca), con un hospital de referencia y con personal propio. Los tres equipos sanitarios -Martutene, Basauri y Zaballa- suman 40 profesionales, entre médicos, enfermeras y auxiliares de enfermería. Esta plantilla de atención primaria asiste a una población reclusa de 1.266 personas, según los últimos datos disponibles. Pero además, los presos acceden a los facultativos de especialidades como cualquier ciudadano. «La sanidad de la cárceles está perfectamente integrada en la red sanitaria vasca», asegura el coordinador de Programas de Salud de Osakidetza, Antonio Arraiza. Tanto es así que cada recluso tiene su historia clínica digital, a la que pueden acceder su médico de familia y los especialistas. Esta conexión evita infinidad de desplazamientos al hospital custodiados por la Policía cuando la presencia del paciente no es imprescindible. Muchas atenciones se realizan también vía ‘webcam’, desde la consulta de la cárcel. ¿Cómo es la salud de los presos? Arraiza y la médica de Martutene, Arantza Bengoa, explican que la situación actual es radicalmente diferente a la de hace 20 años, cuando las prisiones estaban a rebosar de reclusos enganchados a la heroína y, en consecuencia, padecían sida y hepatitis, como enfermedades más habituales. En la actualidad, el perfil de los reclusos es diferente y, por tanto, también sus dolencias. La cárcel ahora es el domicilio provisional de muchos hombres condenados por violencia de género y agresiones sexuales, y de numerosas personas (sobre todo varones) que han cometido graves delitos contra la seguridad vial. Detrás de estas conductas, en numerosos casos, están las sustancias nocivas. Cuatro de cada diez presos tienen consumos abusivos, de dependencia, de tóxicos, ya sean drogas o alcohol. Y el 90% fuma mucho. Lógicamente estos modos de vida afectan negativamente a la salud. «Ahora vemos mucho paciente con pluripatologías; pueden presentar una cardiopatía, además de una ‘epoc’ (enfermedad pulmonar obstructiva crónica), diabetes…», detalla la médica de Martutene. En cuanto a la patología mental, Arraiza y Bengoa señalan que la mitad de la población reclusa tiene algún tipo de problema, tal y como señaló en su día el Ararteko. Precisan, no obstante, que «no todo son dolencias graves. En muchos casos se trata de situaciones de ansiedad derivadas de la dificultad para adaptarse». (Texto completo en pdf adjunto)
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