La Fundación +34 asiste a los encarcelados de La Rioja que cumplen condena en prisiones de Colombia, Perú (2), Francia y Marruecos
LA RIOJA.COM – (LUIS J. RUIZ, LOGROÑO).- La respuesta oficial es del Ministerio de Asuntos Exteriores. Es poco concreta y, asume, no necesariamente correcta. «Hay menos de diez riojanos recluidos en centros penitenciarios del extranjero». La protección de datos, por un lado, y la voluntad del propio reo (no todos declaran su origen), por otro, amplían el margen de error. Más claro lo tienen en la Fundación +34. «Hay cinco riojanos presos fuera de España», sentencia Javier Casado, presidente de una organización creada para dar cobertura a los españoles encarcelados en el extranjero. Lo hacen a través de las visitas que giran a las prisiones una nutrida red de voluntarios locales y con los viajes periódicos de los responsables de la entidad a los centros de reclusión. De los cinco riojanos encarcelados en el extranjero, tres de ellos viven en una realidad que haría del infierno un agradable destino vacacional. Son, por un lado, el que permanece recluido en la cárcel La Picota de Bogotá (Colombia) y los dos que llevan entre dos y tres años y medio sobreviviendo en Ancón II (Lima, Perú). Son dos de las penitenciarías más peligrosas de América Latina. El cuarto, en una situación similar en la que, además, la barrera idiomática juega en su contra, está en una prisión marroquí; y el quinto se encuentra en Francia, una realidad antagónica a la de los otros cuatro. Crisis, primer delito y juicios tardíos Todos, explican desde Fundación +34, tienen dos puntos de conexión: el delito cometido y las circunstancias que lo rodearon. «Son ‘camellos’, delincuentes de narcotráfico y todos son primarios, es decir, que están por primera vez en la cárcel», explica Javier Casado. El caldo de cultivo que derivó en su encierro es la crisis económica y una oferta a priori infalible: 5.000 euros a cambio de traer una maleta desde Perú, desde Colombia, desde Marruecos… Dinero fácil. Un delito ciego que ha llenado las cárceles sudamericanas de españoles. Con esa maleta en la mano y una tarjeta de embarque fueron detenidos y enviados a un centro penitenciario. El juicio llega después. Dos, tres, cuatro años después. «En Perú ahora mismo está en huelga todo el sistema judicial y el colapso es brutal», advierte Casado. La consecuencia es una red penitenciaria tercermundista, con un hacinamiento brutal y controlada en muchos casos por mafias locales para las que los españoles son mirlos blancos. «Lo primero que tiene que hacer un español cuando entra en la cárcel es pagar el ‘derecho a piso’. O pagas o no tienes derecho a dormir bajo cubierto. Van al patio, a la intemperie, eso hace que ante cualquier infección que puedan tener, el padecimiento es altísimo». Casado apunta que las consecuencias de ese hacinamiento, de la falta de higiene y de alimentos son dramáticas: «En los últimos años varios españoles han fallecido en cárceles de Perú por enfermedades comunes». Hace poco menos de un mes Casado estuvo visitando varias penitenciarías peruanas -llevaron alimentos, ropa, productos de higiene, prensa, etc.- en donde coincidió con los presos riojanos. Explica que un paseo por los pasillos de Ancón 2 es lo más parecido a visitar un campo de concentración nazi. «Si lo pones en blanco y negro, es como estar en ‘La lista de Schindler’», apunta gráficamente: «Gente que no pesa ni 40 kilos, sin alimentación, sin ropa. La vida allí no tiene ningún valor. Por cinco dólares te matan. Hemos visto barbaridades». No es una hipérbole. Los miembros de la Fundación entran en las cárceles, sí. Pero hay diferentes vías. No aporta nombres, ni país ni centro penitenciario, pero en alguna ocasión el primer paso es visitar una pequeña sala para ‘hablar’ con un grupo de dominicanos. Sobre la mesa, dos revólveres. Con dólares de por medio todo es más sencillo. «Condenas sí, pero no como perros» «Nuestra lucha es humanitaria. No negamos que han cometido un delito y que deben pagar por ello, pero queremos que cumplan la condena en España en condiciones humanas, no como perros», explica Casado antes de recordar que no todos los presos españoles son atendidos por la Fundación. Al margen quedan condenados por delitos de sangre, sexuales o terrorismo. Para eso son claves los convenios de extradición suscritos con terceros países. De eso sabe, y mucho, Ignacio Díez. Conoció de primera mano la realidad carcelaria de los españoles en el extranjero en su última legislatura en el Senado. «Había más de 2.000 españoles presos fuera e impulsamos la atención consular y los convenios con terceros países para conseguir que cumplieran aquí la pena», recuerda. La droga, entonces, estaba detrás de muchas de esas condenas. «Ten��amos presos en condiciones muy, muy duras en India, en Pakistán, en Marruecos», abunda el exsenador socialista, impulsor de la revisión, en EEUU, del caso de Joaquín José Martínez. Del corredor de la muerte a la libertad. La Fundación +34 desarrolla su labor gracias a las aportaciones de sus socios y los convenios firmados con diferentes comunidades («La Rioja nunca contestó la carta que enviamos», lamenta Casado), si bien atiendan a presos de regiones sin convenio. Pelean no tanto por la libertad de los presos sino «por el respeto de los derechos humanos». El problema es agilizar las extradiciones en países con ritmos que son agónicos. Hasta que llegue y puedan cumplir su condena en España, el deseo compartido por buena parte de los presos españoles en el extranjero es sobrevivir. «¿Al infierno? A algo más que el infierno», decía hace unas semanas un español preso en Perú en un programa de televisión.
