Bellver, cárcel franquista de pitiusos

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Un libro recuerda cómo los ibicencos Vicent Marí Marí y Joan Ripoll Escandell pasaron por esa prisión durante la Guerra CivilRepresión. 'Bellver, prisió franquista', un libro recién publicado por Aina Ferrero-Horrach y Tomeu Canyelles, recoge cómo era la vida en esa fortaleza palmesana cuando fue convertida en cárcel durante la Guerra Civil. Los autores han identificado a 750 presos, de los que al menos dos, Vicent Marí Marí y Joan Ripoll Escandell, eran ibicencos. El primero desapareció. El segundo murió a consecuencia de las palizas.

DIARIO DE IBIZA (JOSÉ MIGUEL L. ROMERO).- Prisioneros hacinados, tres letrinas para todos los encarcelados, catarros incurables debido a las corrientes permanentes de aire, temperaturas extremas, insalubridad, escasez de alimentos, hambre, palizas, ‘sacas’, fusilamientos, humillaciones… Son algunas consecuencias de la conversión, desde el 23 de julio de 1936, del castillo de Bellver (construido en el siglo XIV) en cárcel improvisada de republicanos, socialistas, comunistas, anarquistas y masones, o simplemente de sospechosos de simpatizar con algunas de esas ideas. Tomeu Canyelles y Aina Ferrero-Horrach explican en el libro ‘Bellver, presó franquista’, que acaba de ser publicado, las condiciones en que vivieron allí centenares de reclusos políticos durante el tiempo en que mantuvo esa función. Los autores han identificado, de momento, el paso por aquella prisión de 750 personas, de las que sólo conocen el origen de 344. De estas, dos eran ibicencos. Se trata de Vicent Marí Marí y de Joan Ripoll Escandell, encarcelados en los primeros compases de la Guerra Civil: el primero, el 13 de agosto; el segundo, una jornada antes. Vicent Marí fue puesto en libertad, pero no se supo nada más de él. Durante una época, se ‘liberaban’ presos en Bellver para hacer sitio, para aterrorizar o para liquidar a personas significadas políticamente. En el caso de Ripoll, consiguió sobrevivir a Bellver, pero finalmente murió en 1947 como consecuencia de las palizas que recibía periódicamente. De la última no se pudo volver a levantar. Oficialmente, Bellver funcionó como prisión hasta el 15 de octubre de 1937, pero Ferrero-Horrach y Canyelles advierten de que existen numerosos testimonios orales de que siguió albergando reclusos hasta 1938 ‘e incluso durante los primeros meses de 1939’. Disponía de celdas normales (de 12 a 19, según la fuente), celdas de aislamiento (situadas en las diferentes torres), zonas para la guardia, cantina, capilla, letrinas (tres), duchas y patio. El hacinamiento llegó a ser de tal magnitud que se habilitó la cocina, situada en la planta superior, para recluir prisioneros. La falta de espacio en las celdas les obligaba a dormir ‘por turnos’, sobre esterillas, sacos gruesos repletos de paja como si fueran colchones, o incluso sobre el suelo. Parásitos, escasa higiene… Repletos de parásitos, la higiene no era sencilla. Según un testimonio, había cuatro palanganas para que se lavaran 230 hombres. Y tenían que hacerlo deprisa. El plato que usaban para comer también lo empleaban para la higiene personal. Las condiciones de vida eran aún peores en las torres, donde estaban las celdas de castigo. El socialista Alexandre Jaume (fusilado en 1937 junto a Emili Darder, último alcalde republicano de Palma y también preso en Bellver) describió su estancia allí durante 69 días, en los que estuvo incomunicado, como un tormento: ‘Una pena digna de figurar en el infierno de Dante’, calificó en una carta. ‘Liberados’ desaparecidos De los dos ibicencos que pasaron por Bellver, de Vicent Marí Marí nunca más se supo cuando fue liberado. Nacido en Eivissa, residía en el barrio de Son Espanyolet, como Joan Ripoll Escandell: ‘En el momento de su detención, trabajaba como operario de la brigada de trabajadores del Ayuntamiento de Palma’. Después de haber ingresado en el castillo de Bellver como preso el 13 de agosto de 1936, ‘fue liberado en una fecha indeterminada, sin que se tuviera ninguna noticia más’ de él. Su nombre consta en el listado de desaparecidos en el transcurso de la Guerra Civil, recuerdan los autores en el libro. Precisamente, los autores indican que ‘para descongestionar aquella fortaleza, además de por la voluntad de establecer un mecanismo represor que infundiera temor a los reclusos para así garantizar su obediencia’, se extrajeron sistemáticamente reclusos: ‘Bajo la apariencia oficial de liberaciones, en realidad era un método para asesinar de manera extraoficial a una gran cantidad de personas que acabaron siendo declaradas como desaparecidas’. Se decía a las familias que habían sido puestos en libertad, pero nunca más sabían de ellos.

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