Barcelona dedica un minúsculo recuerdo a su cárcel más infame

La prisión Reina Amàlia del Raval, que antecedió a la Modelo, fue patibularia y groseramente cruel con las mujeres

ELPERIODICO.ES – (CARLES COLS).- Barcelona, a punto de protagonizar otra de sus escenas de Memento, ya saben, Leonard, el protagonista de la película de Christopher Nolan que va colgando post-it y dejándose recados a sí mismo porque se olvida de su pasado. La plaza de Folch i Torres, durante décadas desaconsejable puerta de entrada al Raval, está a punto de ser inaugurada, luminosa y acogedora por fin, y el Ayuntamiento de Barcelona le va a poner una placa en tres idiomas para recordar que allí hubo, y por este orden, un convento y una cárcel, y no una cualquiera, la presó vella, la cárcel Reina Amàlia, que las pocas veces que se la recuerda es sobre todo por sus ajusticiados famosos, como Santiago Salvador, el anarquista del Liceu, y un par de célebres asesinos de la ciudad de finales del XIX, Isidoro Mompart, que acudió llorón ante el verdugo, y Aniceto Peinador, que impresionó por la gallardía de sus últimos minutos de vida y que, sin saberlo, sirvió de modelo a un jovencísimo Ramon Casas para uno de su cuadros más tremendos, El garrote vil. A la presó vella se la recuerda a veces por esos episodios y menos, sin embargo, porque desde 1904 fue exclusivamente cárcel de mujeres, por adúlteras, por blasfemas, por plantar al esposo en casa, por lesbianas, por anarquistas, por prostituirse…. Tanta y tan densa historia se resumirá en un post-it de metal de 29 líneas de texto. Eso. Memento. A la Facultad del Crimen, como la llamaban, iban mujeres por plantar al marido en casa, por blasfemar, por anarquistas, por… La historia de aquella cárcel y de cómo las mujeres han tenido que llevar un sobrepeso en la violenta historia de Barcelona está estupendamente contada en una minúscula exposición itinerante que dentro de 10 días plegará velas en la Biblioteca de Sant Pau y que ha sido organizada por el colectivo SomAtents. Son solo tres paneles y un par de vitrinas que condensan, con un trabajo documental muy exhaustivo, la historia de aquella infame cárcel, cuya historia terminó como se merecía, con épica, el 19 de julio de 1936, cuando los anarquistas que luchaban en las calles de la ciudad contra el golpe de Franco abrieron las puertas y, no contentos con ello, comenzaron a demolerla a pico y pala. La exposición es modestísima en presupuesto. Nada nuevo bajo el sol. Al Tricentenari le dedicó el Ayuntamiento de Barcelona 2,5 millones de euros. A cada aniversario redondo de los Juegos Olímpicos (cinco años, 10, 20, 25…) un buen pico también. Aquí se destina mucho a mirarse el ombligo. A la pelusa, como siempre, poco o nada. El pasado esclavista de la ciudad, por ejemplo, bien comisariado sería una expo de ineludible visita, pero ahí está la idea, en el limbo. Así que el empeño de SomAtents para refrescar la memoria sobre lo que fue la prisión Reina Amàlia, antecesora de la Modelo que tanto va hoy en día de boca en boca, es especialmente meritorio, por contracorriente. Gracias a SomAtents David Vidal, uno de los impulsores de SomAtents, ha tenido a bien echarle un ojo y hacer la crítica de la placa que tiene a punto el ayuntamiento. ‘Una gran oportunidad desaprovechada’. El colectivo se ofreció para colaborar, pero ya tuvo una oportunidad de intuir que esta vez la memoria local tampoco iba a estar de enhorabuena cuando durante los trabajos de reurbanización de la plaza los arqueólogos dieron con restos de la antigua prisión (hallaron una reja, así, de aperitivo) y el capataz de las obras les metía prisa para que se fueran ya, más o menos como ocurrió en el Born cuando en 1991, por construir un párking subterráneo, se arrasó el único vestigio palpable de los 83 años en que Barcelona fue musulmana, en el siglo VIII. Ahí, Leonard, no hay post-it. Texto completo en pdf adjunto.

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