Nada más llegar un recluso es fichado, cacheado y clasificado por su historial y su personalidad
DIARIO SUR.ES – (INÉS GALLASTEGUI, MÁLAGA).- «Durísima». «Desoladora». «Terrible». El exconseller Santi Vila pasó en estado de ‘shock’ su primera y única noche en la prisión madrileña de Estremera, enviado por la juez de la Audiencia Nacional Carmen Lamela por los presuntos delitos de rebelión, sedición y malversación de fondos. Cuando la puerta de la celda se cerró tras él a las nueve de la noche y se vio solo con otro recluso, tuvo miedo. Miedo físico. «Estaba acojonado», confesó en declaraciones a ‘El Mundo’. Después resultó que el compañero de habitación que tan amenazante le había parecido era de lo más amable y educado: le ayudó a hacer la cama -«Se nota que no ha hecho la mili», le dijo- y compartió con él su televisor. «Mire, ahí hablan de usted», le animó el preso, penado por un «delito grave» que el político del PDeCAT no detalló. La puerta se abrió a las ocho de la mañana y Vila, ya más tranquilo, desayunó y pasó las entrevistas con el psicólogo, el educador y el médico de la cárcel. Tuvo tiempo de sacar un par de libros de la biblioteca antes de que, a mediodía, su fianza de 50.000 euros se hiciese efectiva. No habían pasado ni 24 horas. En la puerta le esperaba su pareja, el empleado de Telefónica Javier L.-. «No se lo deseo ni a mi peor enemigo», admitió Vila, el único de los exconsejeros encarcelados que dimitió un día antes de la proclamación de independencia de Cataluña y que accedió a prestar declaración ante la juez y el fiscal. (…) TEXTO COMPLETO EN ENLACE EXTERNO
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